Metáforas de un lunes retórico.
Crónicamente enfermo, de literatura.
Una oportunidad de soñar, divagar. Es un lunes, es octubre negro. Ideal para escribir cosas que no sean mala prosa, que den escape a esta prisión de puertas abiertas llamada monotonía.
Por: Byron Matallana Ruiz.
El día anterior había muerto “la negra”, Mercedes Sosa, fue un domingo negro que le dio paso a un lunes lúgubre; lunes en el que decidí caminar lentamente desde la oficina hasta la universidad, tan despacio, perezosamente y taciturno, pues si bien soy un hombre sensible y me duele el alma de saber que ella ya no volverá a cantar.
Así, de esta forma, con tristeza llegue a la universidad, el mismo protocolo, el carnet, el cigarrillo que no moría, unas aspiradas fuertes, guardar el carnet en la billetera, mirar el improvisado campus y pisar la colilla por maña hasta que la ceniza pintara el ladrillo. Luego me senté en el sitio usual de cada día que llego temprano, aquella silla solitaria de la esquina que recuesto contra la pared blanca. Y esperar.
El profesor llega temprano, algo no usual, si apenas son las 6 y unos pocos minutos, la muchacha hermosa que abre el laboratorio donde hacemos la clase llega con él y hoy está mucho más bella que el viernes que fue el último día que le había visto. Jovial y con su carita tierna mientras pone la llave en la cerradura y le digo con mis palabras que feliz noche, pero con mis ojos que me encanta como un sol de febrero, alegre y feliz.
Ya adentro me hago al lado de Edgar, mi morral cruzado en el puesto y mis manos en el computador sin internet, me aburro de no poder mirar tonterías y hablo con Lenin que me presta su reproductor de MP3 y escucho algo de “la negra”, con su música llega un poco de melancolía que se rompe con las palabras del maestro, siempre empieza con un regaño, pero esta vez fue corto, algo que levemente escuche al tener un audífono en un oído y oír su parla con el otro.
Casi las 6 y 30 tal vez un poco más, la clase discurre en torno a la crónica, palabras que vienen, palabras que van, sonrió y escucho, el profesor, habla y habla, un camión sin frenos, las palabras como agua de una fuente borbotean, nadie o casi nadie pone atención.
7 y 30, el tiempo, los minutos que se derraman en el espacio, un leve pensamiento acerca del tiempo, de las dimensiones, me confundo en la física, Newton, Hopkins y Einsten… Me diluyo en mis pensamientos hasta que como un rayón en un cristal una orden expedita irrumpe en mis oídos: debemos hacer una crónica. Finalmente algo bueno, pero ya esta tarde.
miércoles, 7 de octubre de 2009
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Bien por el lenguaje literario que le imprime.
ResponderEliminarSuper chevere, además porque dejaste ver parte de tus pensamientos y gustos.. Esto me permite conocerte más..!! She!.
ResponderEliminarBuen relato, buenas descripciones, bien el uso de metáforas, muy profundo,
ResponderEliminarEl lenguaje y la descripción son muy buenas.
ResponderEliminarCreo que es un buen texto, maneja las metáforas de una forma adecuada y no hace que el lector se distraiga con tanto adorno.
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